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11 quien, viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo:

—Esto dice el Espíritu Santo: “Así atarán los judíos en Jerusalén al hombre de quien es este cinto, y lo entregarán en manos de los gentiles.”

12 Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar que no subiera a Jerusalén. 13 Pero Pablo respondió:

—¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón?, pues yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, sino también a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús.

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